Este dibujo parte sin intención concreta alguna. Ante la hoja de papel en blanco creo un primer elemento, o primer paso, del cual van surgiendo, en una simbiosis entre el intelecto y la intuición, todos los demás. A partir de él, del primer elemento, en este caso un figura humana, ya no tengo idea de qué es lo que va a surgir, ni de qué colores. Utilizo durante el proceso del dibujar la mente consciente, pero procuro hacerlo lo menos posible, abriendo ampliamente las ventanas a la intuición y al subconsciente.
Nunca uso regla o compás, pues le doy mucha más importancia a la transmisión de una idea final y a un dibujar entregado, distendido e inspirado que a la exactitud técnica. Como cuando me meto en el Mar: no uso artilugio alguno como tabla, aletas, gafas o demás. En ese sentido, es mi sensación durante el acto de dibujar, la que tiene para mí más trascendencia que el dibujo en sí. Asumo la imperfección como parte del proceso creativo. Cuando dibujo, no solo me concentro en lo que hago, sino que también quiero pasarlo bien.
Carece de sentido buscarle al dibujo un mensaje racional. Pretendo que el observador lo contemple como si fuera música y ésta le transmita sensaciones. Y habrá tantas como observadores. Desde el momento en el que un individuo ve el dibujo, ya es “suyo”.
Busco crear sensaciones e ideas en el observador. Si un dibujo mío no le escandaliza, inquieta, alegra o cuanto menos llame su atención, no habré logrado mi objetivo secundario de transmitirle algo. El principal radica en expresar mi interior.
Con el título, aunque normalmente relacionado con el dibujo, pretendo que suponga lo que para mí el primer elemento plasmado sobre el papel. Es decir, el primer paso para comenzar un paseo de interpretación en el caso del observador. Suponiendo que desee tomarse el tiempo de pasear. En otros casos el título es aleatorio. Una suerte de adorno en forma de palabras. El otro día le envié a una amiga una imágen de mi último dibujo. Me dijo que lo primero que había visto era una plaza de toros con el animal en el centro del ruedo (aunque tan solo fuera un punto de color rojo granate). Sin embargo, mi título era: “Objeto en Estado de Levitación Metafísica No Identificado” Jamás se me hubiera ocurrido una plaza de toros. Es importante e interesante lo que los demás observadores/as son capaces de ver.
Tal y como ya indiqué, no aconsejo utilizar el intelecto. A no ser que quiera adentrarse en un laberinto sin salida. Y si se empeña y lo consigue, dele una interpretación racional que le deje satisfecho/a. Pero será su interpretación. Yo no soy capaz de cerrar el círculo. En ese sentido tan solo soy un medio para expresar algo proveniente de mi interior. Con eso y lo sentido durante el acto creativo, me doy por contento.
En relación a la confianza e importancia que le doy al subconsciente, Hermann Hesse decía que la mente es como un profundo lago: la mente consciente es la superficie, mientras que la subconsciente supone toda su profundidad. Yo, inspirado por la filosofía budista, aún voy más allá y añado que el lago no tiene fondo, sino que se funde con la energía cósmica vital. Pero esto ya es una interpretación de la Realidad, y como tal, no es más que una entre la de todos los demás seres sintientes.
Afortunadamente no soy artista profesional, por lo que carezco de presión externa que pueda influir en mi creación. Para expresarlo en plata: dibujo por gusto y lo que me viene en gana, o lo que he visualizado y me ha venido a la mente durante el día. Pero en ningún caso de manera banal. Me involucro con la creación y echo toda la leña al fuego desde el principio.
El acto de crear ha de ser así. En mi opinión, un amor calculado no sirve.
Se puede decir que mis comienzos en el dibujo fueron a los diecisiete años. Con bolígrafo BIC y mientras me encontraba en clase escuchando algo que no me interesaba. Desde entonces no he sido constante, pudiendo pasar años entre dos fases activas.
Quise estudiar Bellas Artes en Nuremberg, cuando Alemania es más bien destino para formarse en asuntos tecnológicos, y rechazaron mis dibujos. El catedrático al que pedí explicaciones me dijo que “no intentara hacer arte”, entrenara la mano y me volviese a presentar al curso siguiente. No lo hice. Entrenar la mano, sí. Pero no volver a presentarme. Pobre hombre: no supo entender que yo sencillamente me había estado expresando. Posiblemente no me entendió por ser él demasiado técnico. Con el tiempo entendí que habían querido ver dibujo académico, aspecto que, por supuesto es de apreciar, que el catedrático tenía parte de razón, pero que a mi entender en algunos casos tiene más que ver con artesanía que con sincera e ingeniosa expresión desde lo más profundo. Sin ánimo de querer generalizar, tan solo diré que yo lo siento así al dibujar: si busco la perfección del dibujo técnicamente en una medida que me resulta incómoda, dejo de ser espontáneo y eso me coarta en la improvisación. También es cierto que técnicamente no paso de considerarme más que medianamente bueno o, comparado con otros artistas, directamente malo. Al no haber pasado por facultad alguna, lo cual me podría haber estropeado, soy autodidacta. Sin embargo, no me importa. Conozco mis límites técnicos y no intento ir más allá a por algo que no domino. Lo repito: mi finalidad al dibujar es saber expresar lo que siento y que el resultado, que obviamente quiero compartir, sea ingenioso e interesante.
Desde hace tres meses me encuentro en fase activa.
Si tuvieras interés en ver más del 90% de lo creado hasta ahora, te invito a que visites mi cuenta en Instagram: art_namaskar
Gracias por tu atención.
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